miércoles, 9 de febrero de 2011

Me despierto

Me despierto. Me encuentro dormido pero estoy feliz porque hace días que me tomo la vida con más tranquilidad. Respiro más profundamente  y siento como el aire entra en mis pulmones como una bocanada de vida que me llena y me hace volar hacia el camino  que desde hace tiempo buscaba.

Despertarse en la playa. Despertarse en mitad de la sábana de arena y tapado por el sol del medio día que te balancea entre el deseo del descanso y el deseo de  disfrutar de sus rayos, los cuales te llenan de ilusiones, de energía y mil deseos que se potencian bajo sus efectos. La vitalidad de un dios que te hace recorrer el mundo en saltos, sueños… levantarse lleno de ilusión. Con la luz, todo se puede!

Um… me desperezo. Extiendo mis brazos como pudiendo sujetar la cúspide del cielo azul  que esta encima de mi. Como si por una vez fuera el Hércules que puede sujetar solo el mundo. Sin existir limites. Todo puede estar en mis manos.  Todo lo que esta encima al alcanzarlo con brazos de ser humano. No existe distancia entre el cielo y yo. Hoy no! Hoy todo está cerca, hoy todo es posible!!  Aun sigo en el sueño de mi felicidad aunque mis ojos ya estén abiertos.

Al girarme descubro de nuevo tu precioso cuerpo cerca de mí. Allí tumbada, dormida, perdida en el mundo de tus fantasías y deseos que siempre te acompañan y que tanta ilusión me hace escuchar, ilusiones de hada que me hacen más fácil sobrevivir con una sonrisa a la realidad de mi mundo. Estás preciosa!! Mi diosa mitificada en la realidad. Mi princesa para luchar mil batallas con la intención de conquistarla. De conseguir robar por un instante su mirada.

Tan sólo cinco días por aquellos lugares y el color de tu piel ya adquirido el color de una doncella de ébano suave. Piel de diosa egipcia de espalda larga terminada en tu precipitada cintura en la que tantas veces me perdí. Una piel que llama a desearla, a desearte… a buscarla en cada momento, en caricias eternas que nos lleven a los dos  a descubrir los límites de lo infinito en un placer sutil.  El placer de recorrer con los dedos tus curvas, tu piel y cada centímetro, cada espacio de aquel cuerpo que tanto deseo. Te miro y necesito poseerte. Desnuda como estás bajo aquellos rayos de sol, me pareces más irresistible que nunca. Mis ojos ya no ven la realidad, mis ojos sólo ven el deseo de lo que sucederá después. Porque los deseos, cuando estás cerca, se convierten en posibilidades ciertas.

Me agacho y desde la cintura, desde el centro de tu espalda, comienzo a besarte con los labios carnosos y húmedos. Comienzo a recorrer tu piel. A saborear el sabor del cuerpo, que me hace sentir el placer sin límites. Te remueves, pero no presentas resistencia. Tu piel se eriza, tus brazos siguen atrapando tu cabeza. Y tus curvas me parecen cada vez más perfectas. Paro un segundo y miro hacia tu cuello, hacia tu nuca. Elevo la cabeza y mi pecho, y con sutileza comienzo a besar tus pechos. Sientes la presión de mi boca y mis dientes sobre ellos, sientes el escalofrío que te recorre por todo el cuerpo. Sientes la proximidad del cuerpo y de la piel… de la persona sobre la persona.

Un susurro en tu oído. Un susurro que finalmente te despierta. Un susurro que te insinúa, que hace comenzar volar tu imaginación. María, te deseo!

Giras y me miras. Tus ojos brillan y tu sonrisa me pierde. Diamantes de cristal que  traslucen solamente la belleza de un alma que me conquistó en una constante batalla  donde cada día ibas consiguiendo romper poco a poco mi coraza hecha tras años de cruel realidad. Mirada que hace latir el corazón! Que hace latir vida en el interior de un ser que comienza a sentir de nuevo gracias a lo profundo de la simple belleza, a la simpleza de una vida vivida con la ilusión no perdida.  Giras y me pierdo en el interior de ojos indescriptibles con palabras que quedan traslucidas para reflejar lo que ellos reflejan.

La sutileza del momento en que nuestros rostros se acercan, la primera sensación del contacto de los labios. La carne pompada, y al mismo tiempo gruesa, acolcha los labios húmedos que se acarician.

No cerrar la mirada, perderse uno dentro del otro en ese preciso instante y poco a poco ir dejando paso a las sensaciones más profundas. El viento nos acaricia, el sol nos arropa y el aroma de la arena fina como azúcar nos atrapa. Los brazos rodean el cuerpo, uno sobre el otro. La piel, en toda su estrenuidad, se encuentra. Y paramos para volver a mirarnos y perder en el silencio los sentimientos mutuos que nos rodean.
Te atrapo, te levanto y atrayéndote hacia mí sientes todo mi cuerpo, que te rodea, que te aprieta y te protege de tus miedos, de tus inseguridades. Ven! Susurro de nuevo.

Comenzamos a sentir cómo cae la arena al moverla entre los dedos de nuestros pies descalzos, cómo nos acaricia con un  sutil masaje, cómo nuestras manos están unidas y  flotamos camino del agua. Destino del único sonido que rompe el silencio del lugar. El sonido de un mar verde, de un mar que, con fuerza y bravura, mantiene la vitalidad que tanto deseamos. La  belleza de un mar que no calla en su silencio, que en cada ola muestra el sosiego de la tranquilidad ante la llegada de su final, en el cual pareceré volver a renacer para terminar con el impulso de un animal fiero que lucha hasta la última burbuja de su destino.

Agua que al entrar en ella nos llena de vida, nos despierta nuevamente y nos da la energía inesperada. Mmmm… nadamos por debajo de ella, nos rodea toda la piel, todo el cuerpo desnudo. Sentimos en cada rincón, en cada parte de nuestros cuerpos, la corriente que nos recorre y que nos va haciendo llegar a lo más inalcanzable. Creciendo en cada instante, haciéndonos renacer por cada segundo. Respirando más fuerte. Llegando más lejos en cada paso. 

Te miro y me acerco a ti. El agua hace brillar tu piel, tus pestañas, tus ojos de una forma mucho más intensa. Te beso y mi cadera se pega a la tuya. Juguetona, como siempre, atrapas con tus piernas mi cintura y tus manos rodean mi cuello. Ufff tan cerca, te siento demasiado. Tan cerca el deseo es insoportable. Deseo sentirte entera. Deseo ser uno a tu lado mientras el agua nos rodea. Te beso con toda la intensidad que soy capaz de transmitir, te beso como si se pudiera acabar el mundo en ese instante. Rompiendo toda la sutileza porque ya es imposible aguantarla. Mis manos comienzan a recorrerte. Tú te estiras y tus senos húmedos quedan ante mis ojos. Los pezones duros por el frío del agua. El deseo de comerlos, de tenerlos dentro de mi boca como pequeños juguetes que acariciar.  Tus piernas entrelazadas rodeándome. Y yo que me hundo sin resistencia ante el deseo de poseerte. Eterno momento incapaz de interrumpirlo cualquier cosa, cualquier fuerza, pues tiembla de  pena por romper tal belleza. No existe dios que no se estremezca ante tal imagen. La imagen de tu cabello mojado y de tu cara brillante, tu piel y las olas que van rodeándote... que van  trascurriendo a tu alrededor, rozándote con la humildad de algo que te tiene respeto pues se encuentra asustado ante la posibilidad de dañar tan bella princesa, cubriéndote justamente hasta la cintura. 

Te miro e intento adivinar en qué piensas, por qué te muerdes los labios.  De repente deshaces el nudo de tus piernas sobre mi cintura y te hundes bajo el agua. Tus manos sujetan mis muslos y tu vas descendiendo con tus labios por el  estomago mientras tus senos  acarician con total sutileza mi entrepierna. La corriente, tus labios,  tu piel… Las sensaciones se intensifican  y me haces cerrar por un instante los ojos mientras miro hacia el infinito cielo azul  y el sol me golpea con su fuerza sobre el rostro. Mientras tus labios recorren mi sexo y se hunden en él haciendo escapar de entre mi boca un sollozo de placer, tus brazos surgen repentinamente de entre las aguas recorriendo mi abdomen hacia  el pecho, para atraparlo, para recorrer con  tus dedos cada  centímetro de un torso que apareció tantas veces entre tus sueños.  La imagen junto con la sensación me estremece y me hace sentir afortunado por encontrarme en ese instante como el objeto de tus deseos, de tus juegos.  Surges como una sirena de mar, deliciosa, sorprendente.  Mirando con impaciencia para descubrir el reflejo de tus juegos sobre mi rostro. Curiosa por encontrar las sensaciones producidas por tu desasosiego y la inocencia impresa en tu azar. Mi vida, me enloqueces! Me pierdes! -alcanzo a decirte mientras mis brazos te levantan para tener cerca tu rostro. Mientras coloco tus piernas sobre mis caderas y mientras me atrapas por el cuello, nos hacemos uno. Uno físico, uno en ser.

Entro dentro de ti haciéndote abrir la boca  para que surgiera el suspiro de  la sensación que te sorprende y deseabas hace tiempo. Lo sientes dentro y te gusta. El agua facilita el movimiento  de nuestras caderas que se encuentran juntas dejando  sólo un pequeño espacio para que pase entre los dos acariciando la piel y haciendo más fuerte la sensación del encuentro. Piel azabache, piel brillante, piel que se mueve  y se balancea excitándose en cada golpe de cintura, en cada penetración más profunda e intensa.

Paramos. Nos miramos y un ufff sale de nuestros labios. Corremos hacia la playa y tu te tumbas sobre la arena húmeda. Te miro, recorro esa preciosa piel centímetro a centímetro con mi mano... “Ven” me pides…. Y poco a poco, voy desciendo sobre ti, uniendo mi cintura sobre la tuya, haciéndonos nuevamente uno, perdiéndonos en el placer de tenernos, de sentir el uno sobre el otro el movimiento suave, rítmico, de nuestras caderas. La piel se acerca y se aleja, perdiéndonos en infinitas sensaciones de placer. ¡María te deseo, te deseo! -susurro a tus labios mientras tus manos se aferran a mi y nos dejamos llevar por la sensación que recorre nuestro cuerpo. Extiendo los brazos para poder mirarte. El cuerpo se balancea, nos sentimos... sentimos perdernos, sentimos desear con nuestros labios al otro por todas partes, atraparlo fuerte y que se pare allí en lo más profundo, con fuerza… cerramos por un instante los ojos y tus manos me empujan hacia ti, me empujan fuerte, mientras te muerdes los labios y  luego sueltas un gemido al tenerme, al poseerme. El calor en la piel, la arena húmeda, tu cuerpo precioso desnudo el mío sobre él.  Basta!

Todo se acelera... Me lanzas contra el suelo y subes sobre mí.  Desciendes y  me haces definitivamente tuyo en una primera embestida suave para sentir todo, sentir como te humedeces y como me haces ponerme más duro. Soy yo el que ahora se muerde los labios y sin poder resistir muevo mi cintura fuerte sobre la tuya  mientras mis manos agarran tu cadera y sientes como las manos los dedos la mueven hacia arriba y hacia abajo. Excitados, tremendamente excitados los dos, la respiración se entre corta e intento llegar una y otra vez hasta lo más profundo de tu ser mientras que tus manos me aprietan…  

Perdidos en aquel trozo de arena, de agua… Ufff nuestros cuerpos se acarician y de repente el mundo se para.

Una sorpresa

Un café, por favor! Una simple frase pero que tanto y tanto a veces deseo pronunciar para  saber que resistí en pie un día más. 

Miraba hacía la ventana, por donde entraba el sol de la mañana. Un sol que despierta con suavidad, con tranquilidad, poco a poco. Un sol  que va llenando de energía el cuerpo y que te hace tomar fuerzas para el nuevo día. Que bonito observar las cosas sencillas, aprovechar esos momentos para tomar de los rayos del sol, sin saberlo, su simple energía.

Pude entrar en cualquier otra cafetería de aquella calle, pude entrar en cualquier otro lugar. Pero casualidades! me senté en el taburete de la barra del Palentino, cerca de Lavapies. Me llamó la atención su carácter antiguo, usado, bares con historias, con historia. Donde pasan las vidas de personas con sus penas, con sus felicidades o simplemente dejando pasar el tiempo. Donde el camarero, sabio psicólogo familiar, saluda con simpleza a sus clientes y donde la armonía llena el lugar. Donde la tele suena de fondo, aunque nadie la vea, y donde el parroquiano de turno lee su periódico mientras toma el café antes de entrar al trabajo. Lugares donde al pesar de la dureza de un nuevo día de trabajo y agobios allí creara su pequeño microcosmos en el cual uno estaría libre por unos instantes, a salvo entre personas desconocidas!! A salvo de una puerta, de un gran ventanal, que nos llevó a los aromas de las nuevas aventuras y de la vida, pero también a su dura realidad.
               
“Caballero! Su café”. La voz del camarero me sorprendió distraído en mis pensamientos. Al girarme te vi! No me lo podía creer. El destino nuevamente hacía su aparición y esta vez te colocaba más cerca que la simple pantalla de un ordenador. Tú andabas leyendo algún papel mientras sorbías tu café, que no mirabas.

Te quemaste un poco los labios y no pude evitar una pequeña mueca de sonrisa al ver cómo gesticulabas y cómo  tu cara parecía más linda de lo que mostraban las imágenes del computador.  Seguía observándote en silencio,  extrayendo de mis recuerdos cada una de nuestras conversaciones, cada uno de nuestros momentos y disfrutándolos nuevamente  porque tú te encontrabas allí, ahora. Eras real, y eso  me encantó. Vestías una preciosa camisa marrón que entallaba tu cuerpo y marcaba perfectamente tu silueta. Tu pelo largo, suelto, liso y ese color moreno de tu piel. Un vaquero ceñido, azul oscuro, dejando adivinar en tu perfil lo bonito de tus piernas… y unas caderas que derrochaban sensualidad. Estás preciosa. Aquella luz hacía de ti una figura que desear, que no pasaría extraña por el mundo!!

Cerca, tan cerca, pero sin darte cuenta de mi presencia!! La imaginación hace su aparición y comienza a volar por cada curva de tu cuerpo, de tu sensual cuerpo. Hace semanas que no hablábamos y el destino nos hizo coincidir en el mismo bar. Curiosa forma de conocernos sin esperarlo. Tantas veces planeando un encuentro o deseando vernos pero sin llegar a conseguirlo. Nuestras vidas complejas… y conocernos en un momento no adecuado!! Pero siempre con el sabor en los labios de que pasara el tiempo y en su trascurso nos dejara más recuerdos de ambos para así, cuando llegara el momento, disfrutar con intensidad.

Por fin me miras. Me reconoces, pero no estas segura. No, no puede ser!– piensas. Con tu cabeza entornada hacía el papel que leías. –¿Cómo él podía estar aquí? ¿Cómo podría ser cierto?–. Vuelves a mirar hacia el rincón del bar donde me encontraba quieto, sonriente mirándote. Pero tus ojos no me ven. ¿Fue una ilusión? ¿Fue a caso un producto del deseo o de la imaginación? Ufff… A veces los sueños nos hacen ver realidades perturbadoras que nos desconciertan.

–Aun eres mas irresistible en la realidad– alguien susurra a tus espaldas cerca de tu oído. Te sorprendes, pero no te mueves, sigues mirando de frente hacia el interior de la barra. Su cuerpo esta muy próximo y notas el susurro cerca muy cerca de ti. La piel se te comienza a erizar y te paralizas. –Deseaba este momento con todo mi ser, el momento en el que podría perderme en ti! El momento en el que mis labios recorrieran tu piel–. El siempre directo, el siempre claro. Pero como te gustaba… querías girarte para mirarle  a la cara y él fue alejando su cuerpo despacio de ti. Notabas como su cadera se quedaba a la justa distancia. Y como al girar vuestros cuerpos se rozaban. Ufff… Era real. Ese con quien, en alguna noche esporádica, tus sueños te llevaron a los rincones más calientes de tu imaginación, donde todo trascurría según los deseos más sensuales y sexuales, te apremiaba y satisfacía. De repente mis ojos te miraban fijamente… perdiéndome en los tuyos y nuevamente se acercaban mis labios hacia tus oídos para susurrar “te deseo”. Agarré tu mano y sin mediar más palabras salimos de aquel café.

Nuevamente las casualidades se apremiaban a nuestro favor y encontramos rápido un rincón  donde por fin pararnos a parte del mundo. Mis manos agarraron tus caderas fuertemente por debajo de la ropa y mis labios se encontraban a un palmo de los tuyos. No lo resististe más y me besaste. Me comiste con pasión, con el deseo contenido y con las ganas de saborear lo que deseabas, un premio prohibido. Comencé a recorrer tu piel, nuestros cuerpos se movían uno hacia el otro. Tú acariciabas mi espalda… y descendía hacia mi trasero, mmm te sorprendió la dureza y te gustó al mismo tiempo. Mis labios carnosos, como los tuyos, recorrían ahora mismo tu cuello y poco a poco la mano se fue introduciendo en tu pantalón, descendiendo suavemente hacia tu sexo. Húmeda, caliente… Los dedos  te acariciaban haciendo que ya toda la piel, todo el cuerpo, se encontrara excitado, que te dejaras perder en la sensación del placer.  Me paro repentinamente y te miro a la cara. –Ufff mi niña, donde?–. Tu celebro comienza a reaccionar rápidamente y busca donde encontrar el espacio para que libres nos  recorramos. –Taxi– gritó tu voz mientras que, con disimulo, la palma de tu mano pasa por mi pantalón.

Nos montamos y escucho tu preciosa voz pedir al taxista que nos llevara a una dirección totalmente desconocida para mí. Imaginaba que seria la de tu casa!

Sentada, me mirabas fijamente y acercándote me susurraste al oído –Ya sabes que lo grabaremos en video, quiero que él lo vea–. Me excitaba tu sensualidad, tu tono de voz y ante todo, la cara de niña buena que sabe todas las cosas malas como para darme el suficiente placer para satisfacerme. Eras perfecta y me encantaba.

Te apoyé contra el respaldo del taxi y puse mi cazadora encima de tus piernas. Con disimulo, desabroché tu pantalón y mis dedos fueron entrando en él. Ummm que rica piel, que ricos muslos largos y de tacto casi tan perfecto como el de la seda. Encontré tu sexo caliente, y tu mente volaba. Estabas recta, intentando comprimir tu deseo de gemir, tu deseo de cerrar los ojos y dejarte perder en la sensación del sexo próximo que estaba a punto de llegar.

Miraste al pantalón, con aquellos ojos tremendamente claros deseando lo que existía dentro y yo comprendiendo tal deseo. Apreté más fuerte en tu sexo. Ummm… no pudiste contenerte y  cerrando un segundo los ojos te mordiste los labios. Cómo te gustaba el morbo de la situación, lo complejo del momento y el calor de la piel de mis dedos acariciándote.

Ahora yo era el que te susurraba –en breve estaré dentro, muy dentro de ti, y cuando no pueda estar más al fondo, pararé para que me sientas, lo sientas, allí donde más puedo hacer que te pierdas en el placer–. Tu mano se fue hacia mi pantalón y sin importarnos ya el taxista desabrochabas con cierto disimulo la bragueta y acariciaste mi sexo duro por ti, por lo que me excitabas. Nos mirábamos a  los ojos... fiel reflejo de las sensaciones que paseaban por nuestra mente, por nuestros cuerpos en aquel momento. Viendo cada uno de nosotros  nuestros cuerpos desnudos y sin tapujos como los vimos en ocasiones tras una pantalla. En noches de cuentos y horas enfrente del teclado conociéndonos, encontrándonos.

Por fin nuestro destino. Un rápido tramite el de pagarle. Ya dentro del portal desabroche del todo tu pantalón y subiendo tu camisa me quede mirándote, echando una simple mirada a tu exquisito cuerpo. –Me gusta–. Tu mano se acercó a mi pantalón y tú hacia mi cuerpo y acariciando tus labios con los míos dijiste –a mí el bulto de tu pantalón–, mientras lo recorrías con la palma de la mano. Ufff… Caliente, perdido en el deseo de poseerte aunque solo fuera para darle celos a él y luego te excitara con locura. Pero ahora te poseería yo!

Dentro del ascensor no lo resisto y bajo tus pantalones y tu ropa interior. Te doy la vuelta y suavemente, voy entrando en ti. Lo sientes, sientes como estoy poco a poco más profundamente dentro.  Como tu sexo húmedo se encuentra en el placer del momento que buscabas. Como poco a poco salgo y vuelvo a entrar. Acerco mi cuerpo al tuyo y susurro –qué rico mi vida, qué rico– ...ufff... La excitación está en puro aumento y todo es más sensible entre nosotros. El ascensor se para y yo salgo de ti. Me miras. Te quedas quieta. Me recorres con tus profundos ojos y te paras en mi sexo, el cual coges con tu mano, mientras te acaricias tu propio cuerpo. No puedes dejar de sentir el tacto de algo sobre ti. Subes los ojos y frenando tu mirada en los míos desciendes y tus labios ruedan por mi sexo.  Ahora soy yo el que, perdido  en el placer inmenso que me das, cierro los ojos y muerdo los labios para no dejar escapar aun ningún aliento de placer por ti, lo sabes, me ves y tus jugosos labios con su saliva me recorren.

Ufff... Entramos en tu casa y rápida vas por la cámara. Yo no resisto y me desnudo del todo  esperándote en el pasillo. Me encuentras allí y sonríes. –Ummm, tal como me lo imaginaba, qué rico, ahora te comeré, pero antes quiero grabarte. Esto lo dejaré para mí, así que hazme disfrutar–. La luz roja de la cámara se enciende y tú mientras te vas desnudando, quitándote las prendas de tu piel mientras miras por el objetivo hacia mi cuerpo, hacia mis oblicuos o hacia mi cuello. Lo quieres morder. Deseas poseerme para hacerme disfrutar y para así tu disfrutar más intensamente con él. El objetivo de la cámara baja y ves mi mano cogiendo con fuerza mi sexo totalmente excitado por ti, por tu cuerpo. Posas allí el objetivo para ver en un plano general lo que vas a tener para degustar Ummm... La silueta, los músculos, los tatoo... Te gusta lo que estas viendo y ante todo la sensualidad que desprende. Tu mano libre desciende hacia tu sexo y comienza a acariciarlo, igual que yo comienzo acariciarme, poco a poco, lentamente, para ir haciendo conscientes de cada movimiento de nuestras muñecas sobre los puntos que más calientes nos ponen. No resisto más... –Ven, te enseñaré para que sirve el pirsing–.

Te llevo al comedor y te tumbo en el sofá. Tú sigues con la cámara entre tus manos  y  abro tus piernas. Mi lengua comienza a recorrer tus muslos seguida de los labios y su humedad... Poco a poco descendiendo hacia tu sexo a punto de acariciarlo. Y repentinamente esta en él. Ancha, húmeda, la notas cómo te recorre y como al mismo tiempo que lo sientes lo ves por la pantalla de la cámara. Te excitas y te mojas más y más. La bola del pirsing, mientras el resto de la lengua te recorre, se apoya en tu clítoris y juega con él. Apoyándose con un poco más de fuerza y presionando de tal forma que la electricidad del placer recorre toda tu columna, toda tu piel. Hacia arriba, hacia abajo… juega para hacerté disfrutar a medida que más y más caliente te vas encontrando. –Quiero que estés dentro, ven, ven!– Levanto un poco tus piernas  y tú impulsas tu cadera hacia arriba. Juego un poco con mi sexo sobre el tuyo para ir dándonos tiempo y desear con más pasión el momento que esta a punto de llegar, para calentarnos aun más si se puede y para excitarnos ya con locura. Te pierdes, no puedes con la cámara, la apoyas en la mesa rápidamente y coges con tus manos mi cintura para empujarla contra tu cadera. Deseas locamente que esté dentro de ti, sentir cómo te penetro. Y así es, poco a poco, tumbada, lo consigues. Sientes cómo entro, cómo voy poco a poco haciéndome uno contigo, llegando hasta lo más profundo y parando un instante para volver a salir.

Mi cadera comienza a agitarse sobre ti y tú, cada vez más húmeda, cierras los ojos para poder sentir mejor el placer que te produce el contacto de ambos. Yo acerco mi cara a la tuya y te susurro –que rica, mi niña, cómo me gusta estar dentro de ti–. Gimiendo, sigo en la misma postura mientras que tu clítoris y tu sexo me sienten, mientras los movimientos se van haciendo más y más rápidos. Subo y, parando, entro fuerte sobre ti para parar en lo mas profundo y volver a salir. –Silvia, me pones a 100, cada vez estoy más caliente y más caliente por tu culpa–. Salgo y no me puedo resistir a lamer todo tu cuerpo, acariciando al mismo tiempo con mi mano tu sexo. Te recorro, te excito y disfrutas de ello.

Ahora eres tú la que me quieres dominar y sentándome te levantas  y comienzas a acariciar tu propio cuerpo!!  –Ángel, voy hacer que llegues hasta el final–. Poco a poco desciendes sobre mí y tu sexo se va abriendo mientras el mío va entrando dentro y tú sientes el placer constante. Comenzamos a movernos y no quieres parar... Estás a mil, cómo me tienes! Y deseas sentir las vibraciones del orgasmo, de esos segundos de placer infinito, así que comienzas a mover tu cadera más y más rápido. Más y más rápido. –Mmm… me matas de placer, señorita, me matas de placer… qué rica me sabes–. Gimo mientras acerco mi cara hacia tu rostro y disfruto de ti.

Te doy la vuelta y me hundo en ti por detrás. Sientes cómo entra hasta el final, sientes cómo te poseo y cómo los movimientos se hacen más profundos, más excitantes. Estás a punto de estallar, gimes, totalmente perdida en el placer. Yo acelero el ritmo, pero intercalo el movimiento con momentos en los que me paro totalmente dentro de ti, apoyando al mismo tiempo mi pecho contra tu espalda para que mis labios lleguen hasta tu cuello.  –Ummm… eres lo más rico que nunca poseí–. Estamos a punto de llegar al orgasmo. Mi voz se para y solo consigo gemir de placer, más fuerte, cada vez más fuerte cerca de tu oído. Al igual tú, te pierdes y excitadísima, notas cómo estás  a punto de sentir el estallido del orgasmo que tanto esperas. –Vamos, vamos, qué rico los dos juntos, qué rico–. Estamos a punto de estallar, lo notas, notas como el sexo está explotando dentro de ti, cómo se mueve duro, fuerte, dentro, muy dentro. Estallas, estallas de placer….ahhhh… y tu gemido ahoga el mío en el momento que me pierdo totalmente en el orgasmo contenido… El cuerpo tiembla, todo vibra... –Ufff qué rico dios, que rico momento!! – Te lamo y aun dentro, me muevo para darte unos segundos más de placer. Te giro… miro a tus ojos verdes y me pierdo en ellos. Al besarte, tus labios me saben exquisitos y tu piel, el mejor dulce que nunca podré encontrar. –Sorprendente, preciosa, sorprendente–. Una sorpresa nuestro encuentro, una dulce sorpresa.

sábado, 5 de febrero de 2011

Cuento para Carolina

El tiempo y su paso. El camino que se recorre y los mundos por los que pasa tu mente mientras el movimiento del tren te transporta por la imaginación.

No sé porqué. Ni cómo llegamos a estar envueltos en aquel viaje. Solo sé que recorríamos en raíles de metal el camino que nos llevaría hasta Sri Lanka.

Serían las cuatro o las cinco de la tarde. El sol alumbraba dentro del vagón, solo tapado un poco por una tela marrón que querría imitar a una cortinilla, el encanto del intento de aparentar ser algo mejor. Aquel tren se encontraba arrebatadoramente usado. El tiempo y las personas que lo ocuparon le dieron la categoría de ser un espacio en el cual encontrarse especialmente cómodo. Viajar y sorprenderse positivamente de los pequeños detalles, admirar lo insignificante. Una sensación que merece la pena sentir.

Mi mente volaba, recordaba, disfrutaba… Respiras más fuerte y con más intensidad cuando vives la vida de una forma diferente.

Aparecías nuevamente por la puerta y te observé como si fuera la primera vez que te veía. Una mujer morena  como tu, con esos labios tan intensos y con una mirada que demostraba personalidad. Tu piel, preciosa, tostada por los rayos del sol de aquellos paisajes que recorríamos, de un marrón tan intenso que la hacia brillar. Chocolate  capuchino. Debe estar rica. Me encantaría probarla.  Vestías con un conjunto de una única pieza, tirantes finos y tela blanca decorada con rojo, naranja, rosa… bonita combinación, sencilla, pero perfecta en ti y en ese momento.  La tela era fina y  debido al calor del lugar y el poco aire, se encontraba pegada a tu piel como si fuera parte de ella, marcando cada curva, cada entorno de tu cuerpo, haciendo que tus pechos resaltaran  en mitad de la tela blanca con aquellos circulitos endurecidos por el cambio de temperatura, haciendo desear probarlos, saborearlos, tenerlos entre los labios. Venias del servicio de refrescarte. Acababas de despertar del sueño al que te había trasportado el traqueteo del tren.

Te sentaste enfrente mí mirándome fijamente a los ojos, mientras acariciabas levemente tu nuca. Dejabas que te observara mejor, que recorriera con mi mente cada centímetro de tu piel.  Y me gustaba. Tus piernas largas y la falda que te llegaba por la pantorrilla... ufff, que sensual era aquella imagen. Las rodillas y el camino hacia el interior de la tela. Nuestros ojos se cruzaron y se clavaron los unos en los otros. La comunicación sin necesidad de hablar. La transmisión de los deseos sin necesidad de expulsar palabras. Qué estarías imaginando tú? Yo lo tenía claro… deseaba saborearte entera, agarrarte de la cintura y pegar tu cuerpo al mío, subir la tela y conocer el tacto de tu piel.

Ufff ahora solamente estabas sentada enfrente, con la espalda apoyada bien sobre el respaldo y con deseos de estirarte. Tus manos se entrecruzan y levantas los brazos, resaltando en ese gesto la belleza de tu cuerpo. Sabes lo que quieres y lo que yo deseo, te preparas para ello. No puedo evitarlo…. Me parece excitante en ti hasta ese simple ejemplo. Al terminar de estirarte, mis labios se encuentran en los tuyos. La humedad de la carne sobre la carne… la suavidad del beso, el deseo que transmitimos en el mientras las manos empieza a recorrer la piel. Me quitas la camisa rápidamente, con una agilidad inusual…. Y la tiras al suelo al mismo tiempo que me lanzas contra mi asiento. Te paras, me miras. Comienza el juego y a ti te encanta. Me observas y no dejas que me mueva. Por donde andará tu imaginación?  Te levantas enfrente de mí y sin dejar de mirar te vas quitando levemente, poco a poco, las bragas. Te observo sentado en el asiento y me parece extremadamente sensual la forma en la que lo haces. Recorro con la mirada la piel de las piernas, recorro con la imaginación el sabor de la piel. No resisto, te acerco a mí y mis labios empiezan a besarte, a recorrer el interior de las piernas, los muslos. Unos labios carnosos que te rozan. Mientras las manos están en la parte posterior acariciando levemente la piel color chocolate que tanto deseo y tanto me excita mirar. Tus brazos sobre mi espalda desnuda. No puedo evitarlo, mi dedo acaricia suavemente desde atrás tu sexo, mientras los labios se van acercando al final de tus piernas por el interior de las mismas…

Es ahora la lengua la que comienza en esos últimos centímetros a recorrer la piel. El calor es intenso pero justo lo necesario. Todo se convierte en  espacio estrecho, en deseo de estar más cerca. La tela del vestido estorba... Solo quiero encontrarme con tu piel, contigo, con tu cuerpo cada vez más excitado.

Me echas nuevamente hacía atrás...me tiras hacia el asiento. Vas desabrochando el pantalón y lo bajas. No llevaba ropa interior. Te paras un segundo y me observas nuevamente… mientras tu mano, tus dedos, acarician tu propio cuerpo. Suave, lento, tranquilamente jugando con mi deseo por tenerte nuevamente en mi… sobre mi. Deseo romper  los tirantes del vestido y verte semidesnuda. Ver tus pechos, desearlos, acariciarlos… comérmelos. Sabes jugar y sabes excitarme.

Te sientas encima mía y con las manos agarras mi nuca y comienzas a besarme mientras te mueves sobre mi… intenso, fuerte.  Te noto! Noto cómo me acaricia tu cuerpo, cómo la piel se encuentra entre los dos sexos, cómo cada centímetro de mi mente se encuentra en una nube placentera en cada movimiento lento. Te beso, me besas, mis manos agarran tus muslos y el movimiento se va haciendo más rápido. Me muerdes por el cuello, me besas, te acercas… La excitación es cada vez mayor. Mis manos están por dentro de tu falda… acariciando la piel de tu cintura, sintiendo en las manos los movimientos de tu cuerpo, con los ojos cerrados para volar en cada roce de tus labios en mi cuerpo. Sexo sobre sexo… Roce… Excitación cada vez mayor. Basta!! Ahora me toca a mí.

Te levanto y te coloco de espaldas. Con los brazos agarrados sobre el reposa maletas. Con  la nuca descubierta por tu corte de pelo. Tus hombros resaltados por la posición y tu maravilloso culo… ufff. Te agarro con fuerza por la cintura y me acerco a ti. Comienzo a besarte entre el cuello y los hombros. Sientes la humedad de los labios y se eriza tu piel. Ahora mi cuerpo esta pegado sobre el tuyo, moviéndose en una cadencia similar. Mi mano derecha se encuentra sobre tu estomago sobre tu parte delantera recorriéndote. Mientras la izquierda empuja tu cintura sobre mí, sobre mi sexo, que lo sientes rozándote, acariciándote. Mientras la lengua ahora se concentra en recorrer tu nuca. La excitación de los dos cada vez es mayor y mayor. Carolina, te gusta, te gusta cómo en ese momento la piel se te eriza, cómo te encuentras excitada por el movimiento, por las caricias y por sentir sexo con sexo juntos en aquella situación.


Mis dedos se introducen en ti. Mientras los de la mano izquierda llegan hasta tus labios para humedecerlos. Los muerdes. Juegas. Dios! en cada instante la piel y su sensualidad desprende más y más pasión… Ufff... Deseos  de poseerte, de estar dentro de ti. Y de notar como tu mente vuela en la excitación. Mis dedos siguen recorriendo tu sexo cada vez más excitado. Tu cintura se mueve con mayor rapidez.

Te tumbo. Ya casi desnuda del todo y yo totalmente excitado, me paro, te observo por un instante. Tus ojos miran directamente a los míos y nos deseamos. Deseamos tenernos, poseernos en ese instante. No puedo más y levemente voy penetrando en ti. Suave con tranquilidad para sentirlo con la mayor intensidad posible. Uff Dios que rico! Tu cara, tus ojos en cada movimiento… saliendo… entrando… Tus manos, que se aferran a mis hombros para controlar el movimiento. Tus pezones excitadísimos… me encanta saborearlos. En cada movimiento mayor es el grado de excitación de nuestra sensualidad y de nuestros deseos.


Salgo de ti y me siento un segundo. Tú totalmente excitada, enfrente de mí, te vas sentando a horcajadas y vas notando como el sexo entra en ti, cómo tus labios se muerden del placer y yo me pierdo en todo lo que me das… hasta el final... hasta el último centímetro, el roce, el calor, la humedad, el juego...

Nos movemos, te mueves sobre mí. Cada vez un poco más rápido. Ahora si, ahora puedo acariciar con los labios húmedos tus pechos. Que ricos, como me lo imaginaba, saben a chocolate con cierto aroma a capuchino. Los movimientos se hacen más rápidos. Y más rápidos. La excitación es mayor. Estoy dentro de ti, y fuera al mismo tiempo. Todo se potencia. Un poco más, un poco más.

Quiero morder tu espalda. Te doy la vuelta y desde atrás nuevamente me voy  introduciendo en ti. Mis manos agarran fuerte tu cadera y mis labios junto con mis dientes van acariciando tu espalda, tu piel. Sientes mi respiración en la nuca mientras te penetro esta vez con fuerza, con mucha fuerza, para llegar hasta el final de ti. Ya no importa nada, ya solo queda disfrutar y encontrar el clímax. Cada vez los movimientos son más y más rápidos.  Sólo alcanzo a apretar con fuerza mis manos sobre tu cadera mientras la penetración se hace más dura, más fuerte y más intensa sobre ti. Tu sexo está húmedo y tú muy excitada, cada vez más y más. Gimes, dejas escapar pequeños gemidos que se pronuncian con la fuerza del movimiento, y que a mí me llevan a un placer mayor. Que rico… Que intenso…Pego mi pecho a tu espalda y sientes mejor lo que deseas. Sientes mi respiración en ti. Tu excitación alcanza su punto mayor: pierdes el control. Estás totalmente excitada. Estás llegando al mejor momento. Quieres más y más. Los movimientos son perfectos en cada instante, encontrando cómo a cada momento todo está más excitado. Lo sientes!! Sientes el placer, sientes cómo todo te recorre mejor por todo el cuerpo. Ahora un instante. Me muevo hacia atrás nuevamente, suave… saliendo de ti… para volverme a introducirme con fuerza, pero lentamente, haciéndote sentir una explosión de excitación mientras mis manos agarran tus pechos. Ufff… Nunca antes habíamos estado tan calientes.

Seguimos con fuerza, cada vez más y más fuerte, cada vez más intenso. Mis dedos excitan tu clítoris mientras el sexo queda junto con el sexo. Hace que nuestros cuerpos se muevan a la velocidad del deseo de sentir con mayor intensidad la excitación de dos cuerpos.

No puedes más y no puedo más… explotamos de placer. Estallamos en la lujuria. Ufff que rico sentir como nuestros cuerpos llegan al mayor punto de placer. Como la energía de ese instante es tan intensa y llena de vida... ufff… que rico!!

Vamos descendiendo la cadencia de nuestros movimientos para disfrutar de los últimos instantes de un orgasmo que nos deja sumidos en el mayor placer posible. Relajados. Relajándonos. Disfrutando de la sensación  de cómo nuestros cuerpos se acarician, como la piel junto a la piel húmeda por el sudor del juego nos llama a la intimidad entre los dos. Deseo besarte, sentir nuevamente tus labios sobre los míos.
 Mientras nuestros cuerpos no se separan. Mientras la piel del uno siente la del otro.

Llaman a la puerta del vagón! Uppsss… nos estaban observando!