miércoles, 9 de febrero de 2011

Una sorpresa

Un café, por favor! Una simple frase pero que tanto y tanto a veces deseo pronunciar para  saber que resistí en pie un día más. 

Miraba hacía la ventana, por donde entraba el sol de la mañana. Un sol que despierta con suavidad, con tranquilidad, poco a poco. Un sol  que va llenando de energía el cuerpo y que te hace tomar fuerzas para el nuevo día. Que bonito observar las cosas sencillas, aprovechar esos momentos para tomar de los rayos del sol, sin saberlo, su simple energía.

Pude entrar en cualquier otra cafetería de aquella calle, pude entrar en cualquier otro lugar. Pero casualidades! me senté en el taburete de la barra del Palentino, cerca de Lavapies. Me llamó la atención su carácter antiguo, usado, bares con historias, con historia. Donde pasan las vidas de personas con sus penas, con sus felicidades o simplemente dejando pasar el tiempo. Donde el camarero, sabio psicólogo familiar, saluda con simpleza a sus clientes y donde la armonía llena el lugar. Donde la tele suena de fondo, aunque nadie la vea, y donde el parroquiano de turno lee su periódico mientras toma el café antes de entrar al trabajo. Lugares donde al pesar de la dureza de un nuevo día de trabajo y agobios allí creara su pequeño microcosmos en el cual uno estaría libre por unos instantes, a salvo entre personas desconocidas!! A salvo de una puerta, de un gran ventanal, que nos llevó a los aromas de las nuevas aventuras y de la vida, pero también a su dura realidad.
               
“Caballero! Su café”. La voz del camarero me sorprendió distraído en mis pensamientos. Al girarme te vi! No me lo podía creer. El destino nuevamente hacía su aparición y esta vez te colocaba más cerca que la simple pantalla de un ordenador. Tú andabas leyendo algún papel mientras sorbías tu café, que no mirabas.

Te quemaste un poco los labios y no pude evitar una pequeña mueca de sonrisa al ver cómo gesticulabas y cómo  tu cara parecía más linda de lo que mostraban las imágenes del computador.  Seguía observándote en silencio,  extrayendo de mis recuerdos cada una de nuestras conversaciones, cada uno de nuestros momentos y disfrutándolos nuevamente  porque tú te encontrabas allí, ahora. Eras real, y eso  me encantó. Vestías una preciosa camisa marrón que entallaba tu cuerpo y marcaba perfectamente tu silueta. Tu pelo largo, suelto, liso y ese color moreno de tu piel. Un vaquero ceñido, azul oscuro, dejando adivinar en tu perfil lo bonito de tus piernas… y unas caderas que derrochaban sensualidad. Estás preciosa. Aquella luz hacía de ti una figura que desear, que no pasaría extraña por el mundo!!

Cerca, tan cerca, pero sin darte cuenta de mi presencia!! La imaginación hace su aparición y comienza a volar por cada curva de tu cuerpo, de tu sensual cuerpo. Hace semanas que no hablábamos y el destino nos hizo coincidir en el mismo bar. Curiosa forma de conocernos sin esperarlo. Tantas veces planeando un encuentro o deseando vernos pero sin llegar a conseguirlo. Nuestras vidas complejas… y conocernos en un momento no adecuado!! Pero siempre con el sabor en los labios de que pasara el tiempo y en su trascurso nos dejara más recuerdos de ambos para así, cuando llegara el momento, disfrutar con intensidad.

Por fin me miras. Me reconoces, pero no estas segura. No, no puede ser!– piensas. Con tu cabeza entornada hacía el papel que leías. –¿Cómo él podía estar aquí? ¿Cómo podría ser cierto?–. Vuelves a mirar hacia el rincón del bar donde me encontraba quieto, sonriente mirándote. Pero tus ojos no me ven. ¿Fue una ilusión? ¿Fue a caso un producto del deseo o de la imaginación? Ufff… A veces los sueños nos hacen ver realidades perturbadoras que nos desconciertan.

–Aun eres mas irresistible en la realidad– alguien susurra a tus espaldas cerca de tu oído. Te sorprendes, pero no te mueves, sigues mirando de frente hacia el interior de la barra. Su cuerpo esta muy próximo y notas el susurro cerca muy cerca de ti. La piel se te comienza a erizar y te paralizas. –Deseaba este momento con todo mi ser, el momento en el que podría perderme en ti! El momento en el que mis labios recorrieran tu piel–. El siempre directo, el siempre claro. Pero como te gustaba… querías girarte para mirarle  a la cara y él fue alejando su cuerpo despacio de ti. Notabas como su cadera se quedaba a la justa distancia. Y como al girar vuestros cuerpos se rozaban. Ufff… Era real. Ese con quien, en alguna noche esporádica, tus sueños te llevaron a los rincones más calientes de tu imaginación, donde todo trascurría según los deseos más sensuales y sexuales, te apremiaba y satisfacía. De repente mis ojos te miraban fijamente… perdiéndome en los tuyos y nuevamente se acercaban mis labios hacia tus oídos para susurrar “te deseo”. Agarré tu mano y sin mediar más palabras salimos de aquel café.

Nuevamente las casualidades se apremiaban a nuestro favor y encontramos rápido un rincón  donde por fin pararnos a parte del mundo. Mis manos agarraron tus caderas fuertemente por debajo de la ropa y mis labios se encontraban a un palmo de los tuyos. No lo resististe más y me besaste. Me comiste con pasión, con el deseo contenido y con las ganas de saborear lo que deseabas, un premio prohibido. Comencé a recorrer tu piel, nuestros cuerpos se movían uno hacia el otro. Tú acariciabas mi espalda… y descendía hacia mi trasero, mmm te sorprendió la dureza y te gustó al mismo tiempo. Mis labios carnosos, como los tuyos, recorrían ahora mismo tu cuello y poco a poco la mano se fue introduciendo en tu pantalón, descendiendo suavemente hacia tu sexo. Húmeda, caliente… Los dedos  te acariciaban haciendo que ya toda la piel, todo el cuerpo, se encontrara excitado, que te dejaras perder en la sensación del placer.  Me paro repentinamente y te miro a la cara. –Ufff mi niña, donde?–. Tu celebro comienza a reaccionar rápidamente y busca donde encontrar el espacio para que libres nos  recorramos. –Taxi– gritó tu voz mientras que, con disimulo, la palma de tu mano pasa por mi pantalón.

Nos montamos y escucho tu preciosa voz pedir al taxista que nos llevara a una dirección totalmente desconocida para mí. Imaginaba que seria la de tu casa!

Sentada, me mirabas fijamente y acercándote me susurraste al oído –Ya sabes que lo grabaremos en video, quiero que él lo vea–. Me excitaba tu sensualidad, tu tono de voz y ante todo, la cara de niña buena que sabe todas las cosas malas como para darme el suficiente placer para satisfacerme. Eras perfecta y me encantaba.

Te apoyé contra el respaldo del taxi y puse mi cazadora encima de tus piernas. Con disimulo, desabroché tu pantalón y mis dedos fueron entrando en él. Ummm que rica piel, que ricos muslos largos y de tacto casi tan perfecto como el de la seda. Encontré tu sexo caliente, y tu mente volaba. Estabas recta, intentando comprimir tu deseo de gemir, tu deseo de cerrar los ojos y dejarte perder en la sensación del sexo próximo que estaba a punto de llegar.

Miraste al pantalón, con aquellos ojos tremendamente claros deseando lo que existía dentro y yo comprendiendo tal deseo. Apreté más fuerte en tu sexo. Ummm… no pudiste contenerte y  cerrando un segundo los ojos te mordiste los labios. Cómo te gustaba el morbo de la situación, lo complejo del momento y el calor de la piel de mis dedos acariciándote.

Ahora yo era el que te susurraba –en breve estaré dentro, muy dentro de ti, y cuando no pueda estar más al fondo, pararé para que me sientas, lo sientas, allí donde más puedo hacer que te pierdas en el placer–. Tu mano se fue hacia mi pantalón y sin importarnos ya el taxista desabrochabas con cierto disimulo la bragueta y acariciaste mi sexo duro por ti, por lo que me excitabas. Nos mirábamos a  los ojos... fiel reflejo de las sensaciones que paseaban por nuestra mente, por nuestros cuerpos en aquel momento. Viendo cada uno de nosotros  nuestros cuerpos desnudos y sin tapujos como los vimos en ocasiones tras una pantalla. En noches de cuentos y horas enfrente del teclado conociéndonos, encontrándonos.

Por fin nuestro destino. Un rápido tramite el de pagarle. Ya dentro del portal desabroche del todo tu pantalón y subiendo tu camisa me quede mirándote, echando una simple mirada a tu exquisito cuerpo. –Me gusta–. Tu mano se acercó a mi pantalón y tú hacia mi cuerpo y acariciando tus labios con los míos dijiste –a mí el bulto de tu pantalón–, mientras lo recorrías con la palma de la mano. Ufff… Caliente, perdido en el deseo de poseerte aunque solo fuera para darle celos a él y luego te excitara con locura. Pero ahora te poseería yo!

Dentro del ascensor no lo resisto y bajo tus pantalones y tu ropa interior. Te doy la vuelta y suavemente, voy entrando en ti. Lo sientes, sientes como estoy poco a poco más profundamente dentro.  Como tu sexo húmedo se encuentra en el placer del momento que buscabas. Como poco a poco salgo y vuelvo a entrar. Acerco mi cuerpo al tuyo y susurro –qué rico mi vida, qué rico– ...ufff... La excitación está en puro aumento y todo es más sensible entre nosotros. El ascensor se para y yo salgo de ti. Me miras. Te quedas quieta. Me recorres con tus profundos ojos y te paras en mi sexo, el cual coges con tu mano, mientras te acaricias tu propio cuerpo. No puedes dejar de sentir el tacto de algo sobre ti. Subes los ojos y frenando tu mirada en los míos desciendes y tus labios ruedan por mi sexo.  Ahora soy yo el que, perdido  en el placer inmenso que me das, cierro los ojos y muerdo los labios para no dejar escapar aun ningún aliento de placer por ti, lo sabes, me ves y tus jugosos labios con su saliva me recorren.

Ufff... Entramos en tu casa y rápida vas por la cámara. Yo no resisto y me desnudo del todo  esperándote en el pasillo. Me encuentras allí y sonríes. –Ummm, tal como me lo imaginaba, qué rico, ahora te comeré, pero antes quiero grabarte. Esto lo dejaré para mí, así que hazme disfrutar–. La luz roja de la cámara se enciende y tú mientras te vas desnudando, quitándote las prendas de tu piel mientras miras por el objetivo hacia mi cuerpo, hacia mis oblicuos o hacia mi cuello. Lo quieres morder. Deseas poseerme para hacerme disfrutar y para así tu disfrutar más intensamente con él. El objetivo de la cámara baja y ves mi mano cogiendo con fuerza mi sexo totalmente excitado por ti, por tu cuerpo. Posas allí el objetivo para ver en un plano general lo que vas a tener para degustar Ummm... La silueta, los músculos, los tatoo... Te gusta lo que estas viendo y ante todo la sensualidad que desprende. Tu mano libre desciende hacia tu sexo y comienza a acariciarlo, igual que yo comienzo acariciarme, poco a poco, lentamente, para ir haciendo conscientes de cada movimiento de nuestras muñecas sobre los puntos que más calientes nos ponen. No resisto más... –Ven, te enseñaré para que sirve el pirsing–.

Te llevo al comedor y te tumbo en el sofá. Tú sigues con la cámara entre tus manos  y  abro tus piernas. Mi lengua comienza a recorrer tus muslos seguida de los labios y su humedad... Poco a poco descendiendo hacia tu sexo a punto de acariciarlo. Y repentinamente esta en él. Ancha, húmeda, la notas cómo te recorre y como al mismo tiempo que lo sientes lo ves por la pantalla de la cámara. Te excitas y te mojas más y más. La bola del pirsing, mientras el resto de la lengua te recorre, se apoya en tu clítoris y juega con él. Apoyándose con un poco más de fuerza y presionando de tal forma que la electricidad del placer recorre toda tu columna, toda tu piel. Hacia arriba, hacia abajo… juega para hacerté disfrutar a medida que más y más caliente te vas encontrando. –Quiero que estés dentro, ven, ven!– Levanto un poco tus piernas  y tú impulsas tu cadera hacia arriba. Juego un poco con mi sexo sobre el tuyo para ir dándonos tiempo y desear con más pasión el momento que esta a punto de llegar, para calentarnos aun más si se puede y para excitarnos ya con locura. Te pierdes, no puedes con la cámara, la apoyas en la mesa rápidamente y coges con tus manos mi cintura para empujarla contra tu cadera. Deseas locamente que esté dentro de ti, sentir cómo te penetro. Y así es, poco a poco, tumbada, lo consigues. Sientes cómo entro, cómo voy poco a poco haciéndome uno contigo, llegando hasta lo más profundo y parando un instante para volver a salir.

Mi cadera comienza a agitarse sobre ti y tú, cada vez más húmeda, cierras los ojos para poder sentir mejor el placer que te produce el contacto de ambos. Yo acerco mi cara a la tuya y te susurro –que rica, mi niña, cómo me gusta estar dentro de ti–. Gimiendo, sigo en la misma postura mientras que tu clítoris y tu sexo me sienten, mientras los movimientos se van haciendo más y más rápidos. Subo y, parando, entro fuerte sobre ti para parar en lo mas profundo y volver a salir. –Silvia, me pones a 100, cada vez estoy más caliente y más caliente por tu culpa–. Salgo y no me puedo resistir a lamer todo tu cuerpo, acariciando al mismo tiempo con mi mano tu sexo. Te recorro, te excito y disfrutas de ello.

Ahora eres tú la que me quieres dominar y sentándome te levantas  y comienzas a acariciar tu propio cuerpo!!  –Ángel, voy hacer que llegues hasta el final–. Poco a poco desciendes sobre mí y tu sexo se va abriendo mientras el mío va entrando dentro y tú sientes el placer constante. Comenzamos a movernos y no quieres parar... Estás a mil, cómo me tienes! Y deseas sentir las vibraciones del orgasmo, de esos segundos de placer infinito, así que comienzas a mover tu cadera más y más rápido. Más y más rápido. –Mmm… me matas de placer, señorita, me matas de placer… qué rica me sabes–. Gimo mientras acerco mi cara hacia tu rostro y disfruto de ti.

Te doy la vuelta y me hundo en ti por detrás. Sientes cómo entra hasta el final, sientes cómo te poseo y cómo los movimientos se hacen más profundos, más excitantes. Estás a punto de estallar, gimes, totalmente perdida en el placer. Yo acelero el ritmo, pero intercalo el movimiento con momentos en los que me paro totalmente dentro de ti, apoyando al mismo tiempo mi pecho contra tu espalda para que mis labios lleguen hasta tu cuello.  –Ummm… eres lo más rico que nunca poseí–. Estamos a punto de llegar al orgasmo. Mi voz se para y solo consigo gemir de placer, más fuerte, cada vez más fuerte cerca de tu oído. Al igual tú, te pierdes y excitadísima, notas cómo estás  a punto de sentir el estallido del orgasmo que tanto esperas. –Vamos, vamos, qué rico los dos juntos, qué rico–. Estamos a punto de estallar, lo notas, notas como el sexo está explotando dentro de ti, cómo se mueve duro, fuerte, dentro, muy dentro. Estallas, estallas de placer….ahhhh… y tu gemido ahoga el mío en el momento que me pierdo totalmente en el orgasmo contenido… El cuerpo tiembla, todo vibra... –Ufff qué rico dios, que rico momento!! – Te lamo y aun dentro, me muevo para darte unos segundos más de placer. Te giro… miro a tus ojos verdes y me pierdo en ellos. Al besarte, tus labios me saben exquisitos y tu piel, el mejor dulce que nunca podré encontrar. –Sorprendente, preciosa, sorprendente–. Una sorpresa nuestro encuentro, una dulce sorpresa.

1 comentario:

  1. La verdad????..... Voy a pensarme el comentario..jajajajaja... pero grande, grande Curi!!!!!......

    muaks!!!

    ResponderEliminar