Me despierto. Me encuentro dormido pero estoy feliz porque hace días que me tomo la vida con más tranquilidad. Respiro más profundamente y siento como el aire entra en mis pulmones como una bocanada de vida que me llena y me hace volar hacia el camino que desde hace tiempo buscaba.
Despertarse en la playa. Despertarse en mitad de la sábana de arena y tapado por el sol del medio día que te balancea entre el deseo del descanso y el deseo de disfrutar de sus rayos, los cuales te llenan de ilusiones, de energía y mil deseos que se potencian bajo sus efectos. La vitalidad de un dios que te hace recorrer el mundo en saltos, sueños… levantarse lleno de ilusión. Con la luz, todo se puede!
Um… me desperezo. Extiendo mis brazos como pudiendo sujetar la cúspide del cielo azul que esta encima de mi. Como si por una vez fuera el Hércules que puede sujetar solo el mundo. Sin existir limites. Todo puede estar en mis manos. Todo lo que esta encima al alcanzarlo con brazos de ser humano. No existe distancia entre el cielo y yo. Hoy no! Hoy todo está cerca, hoy todo es posible!! Aun sigo en el sueño de mi felicidad aunque mis ojos ya estén abiertos.
Al girarme descubro de nuevo tu precioso cuerpo cerca de mí. Allí tumbada, dormida, perdida en el mundo de tus fantasías y deseos que siempre te acompañan y que tanta ilusión me hace escuchar, ilusiones de hada que me hacen más fácil sobrevivir con una sonrisa a la realidad de mi mundo. Estás preciosa!! Mi diosa mitificada en la realidad. Mi princesa para luchar mil batallas con la intención de conquistarla. De conseguir robar por un instante su mirada.
Tan sólo cinco días por aquellos lugares y el color de tu piel ya adquirido el color de una doncella de ébano suave. Piel de diosa egipcia de espalda larga terminada en tu precipitada cintura en la que tantas veces me perdí. Una piel que llama a desearla, a desearte… a buscarla en cada momento, en caricias eternas que nos lleven a los dos a descubrir los límites de lo infinito en un placer sutil. El placer de recorrer con los dedos tus curvas, tu piel y cada centímetro, cada espacio de aquel cuerpo que tanto deseo. Te miro y necesito poseerte. Desnuda como estás bajo aquellos rayos de sol, me pareces más irresistible que nunca. Mis ojos ya no ven la realidad, mis ojos sólo ven el deseo de lo que sucederá después. Porque los deseos, cuando estás cerca, se convierten en posibilidades ciertas.
Me agacho y desde la cintura, desde el centro de tu espalda, comienzo a besarte con los labios carnosos y húmedos. Comienzo a recorrer tu piel. A saborear el sabor del cuerpo, que me hace sentir el placer sin límites. Te remueves, pero no presentas resistencia. Tu piel se eriza, tus brazos siguen atrapando tu cabeza. Y tus curvas me parecen cada vez más perfectas. Paro un segundo y miro hacia tu cuello, hacia tu nuca. Elevo la cabeza y mi pecho, y con sutileza comienzo a besar tus pechos. Sientes la presión de mi boca y mis dientes sobre ellos, sientes el escalofrío que te recorre por todo el cuerpo. Sientes la proximidad del cuerpo y de la piel… de la persona sobre la persona.
Un susurro en tu oído. Un susurro que finalmente te despierta. Un susurro que te insinúa, que hace comenzar volar tu imaginación. María, te deseo!
Giras y me miras. Tus ojos brillan y tu sonrisa me pierde. Diamantes de cristal que traslucen solamente la belleza de un alma que me conquistó en una constante batalla donde cada día ibas consiguiendo romper poco a poco mi coraza hecha tras años de cruel realidad. Mirada que hace latir el corazón! Que hace latir vida en el interior de un ser que comienza a sentir de nuevo gracias a lo profundo de la simple belleza, a la simpleza de una vida vivida con la ilusión no perdida. Giras y me pierdo en el interior de ojos indescriptibles con palabras que quedan traslucidas para reflejar lo que ellos reflejan.
La sutileza del momento en que nuestros rostros se acercan, la primera sensación del contacto de los labios. La carne pompada, y al mismo tiempo gruesa, acolcha los labios húmedos que se acarician.
No cerrar la mirada, perderse uno dentro del otro en ese preciso instante y poco a poco ir dejando paso a las sensaciones más profundas. El viento nos acaricia, el sol nos arropa y el aroma de la arena fina como azúcar nos atrapa. Los brazos rodean el cuerpo, uno sobre el otro. La piel, en toda su estrenuidad, se encuentra. Y paramos para volver a mirarnos y perder en el silencio los sentimientos mutuos que nos rodean.
Te atrapo, te levanto y atrayéndote hacia mí sientes todo mi cuerpo, que te rodea, que te aprieta y te protege de tus miedos, de tus inseguridades. Ven! Susurro de nuevo.
Comenzamos a sentir cómo cae la arena al moverla entre los dedos de nuestros pies descalzos, cómo nos acaricia con un sutil masaje, cómo nuestras manos están unidas y flotamos camino del agua. Destino del único sonido que rompe el silencio del lugar. El sonido de un mar verde, de un mar que, con fuerza y bravura, mantiene la vitalidad que tanto deseamos. La belleza de un mar que no calla en su silencio, que en cada ola muestra el sosiego de la tranquilidad ante la llegada de su final, en el cual pareceré volver a renacer para terminar con el impulso de un animal fiero que lucha hasta la última burbuja de su destino.
Agua que al entrar en ella nos llena de vida, nos despierta nuevamente y nos da la energía inesperada. Mmmm… nadamos por debajo de ella, nos rodea toda la piel, todo el cuerpo desnudo. Sentimos en cada rincón, en cada parte de nuestros cuerpos, la corriente que nos recorre y que nos va haciendo llegar a lo más inalcanzable. Creciendo en cada instante, haciéndonos renacer por cada segundo. Respirando más fuerte. Llegando más lejos en cada paso.
Te miro y me acerco a ti. El agua hace brillar tu piel, tus pestañas, tus ojos de una forma mucho más intensa. Te beso y mi cadera se pega a la tuya. Juguetona, como siempre, atrapas con tus piernas mi cintura y tus manos rodean mi cuello. Ufff tan cerca, te siento demasiado. Tan cerca el deseo es insoportable. Deseo sentirte entera. Deseo ser uno a tu lado mientras el agua nos rodea. Te beso con toda la intensidad que soy capaz de transmitir, te beso como si se pudiera acabar el mundo en ese instante. Rompiendo toda la sutileza porque ya es imposible aguantarla. Mis manos comienzan a recorrerte. Tú te estiras y tus senos húmedos quedan ante mis ojos. Los pezones duros por el frío del agua. El deseo de comerlos, de tenerlos dentro de mi boca como pequeños juguetes que acariciar. Tus piernas entrelazadas rodeándome. Y yo que me hundo sin resistencia ante el deseo de poseerte. Eterno momento incapaz de interrumpirlo cualquier cosa, cualquier fuerza, pues tiembla de pena por romper tal belleza. No existe dios que no se estremezca ante tal imagen. La imagen de tu cabello mojado y de tu cara brillante, tu piel y las olas que van rodeándote... que van trascurriendo a tu alrededor, rozándote con la humildad de algo que te tiene respeto pues se encuentra asustado ante la posibilidad de dañar tan bella princesa, cubriéndote justamente hasta la cintura.
Te miro e intento adivinar en qué piensas, por qué te muerdes los labios. De repente deshaces el nudo de tus piernas sobre mi cintura y te hundes bajo el agua. Tus manos sujetan mis muslos y tu vas descendiendo con tus labios por el estomago mientras tus senos acarician con total sutileza mi entrepierna. La corriente, tus labios, tu piel… Las sensaciones se intensifican y me haces cerrar por un instante los ojos mientras miro hacia el infinito cielo azul y el sol me golpea con su fuerza sobre el rostro. Mientras tus labios recorren mi sexo y se hunden en él haciendo escapar de entre mi boca un sollozo de placer, tus brazos surgen repentinamente de entre las aguas recorriendo mi abdomen hacia el pecho, para atraparlo, para recorrer con tus dedos cada centímetro de un torso que apareció tantas veces entre tus sueños. La imagen junto con la sensación me estremece y me hace sentir afortunado por encontrarme en ese instante como el objeto de tus deseos, de tus juegos. Surges como una sirena de mar, deliciosa, sorprendente. Mirando con impaciencia para descubrir el reflejo de tus juegos sobre mi rostro. Curiosa por encontrar las sensaciones producidas por tu desasosiego y la inocencia impresa en tu azar. Mi vida, me enloqueces! Me pierdes! -alcanzo a decirte mientras mis brazos te levantan para tener cerca tu rostro. Mientras coloco tus piernas sobre mis caderas y mientras me atrapas por el cuello, nos hacemos uno. Uno físico, uno en ser.
Entro dentro de ti haciéndote abrir la boca para que surgiera el suspiro de la sensación que te sorprende y deseabas hace tiempo. Lo sientes dentro y te gusta. El agua facilita el movimiento de nuestras caderas que se encuentran juntas dejando sólo un pequeño espacio para que pase entre los dos acariciando la piel y haciendo más fuerte la sensación del encuentro. Piel azabache, piel brillante, piel que se mueve y se balancea excitándose en cada golpe de cintura, en cada penetración más profunda e intensa.
Paramos. Nos miramos y un ufff sale de nuestros labios. Corremos hacia la playa y tu te tumbas sobre la arena húmeda. Te miro, recorro esa preciosa piel centímetro a centímetro con mi mano... “Ven” me pides…. Y poco a poco, voy desciendo sobre ti, uniendo mi cintura sobre la tuya, haciéndonos nuevamente uno, perdiéndonos en el placer de tenernos, de sentir el uno sobre el otro el movimiento suave, rítmico, de nuestras caderas. La piel se acerca y se aleja, perdiéndonos en infinitas sensaciones de placer. ¡María te deseo, te deseo! -susurro a tus labios mientras tus manos se aferran a mi y nos dejamos llevar por la sensación que recorre nuestro cuerpo. Extiendo los brazos para poder mirarte. El cuerpo se balancea, nos sentimos... sentimos perdernos, sentimos desear con nuestros labios al otro por todas partes, atraparlo fuerte y que se pare allí en lo más profundo, con fuerza… cerramos por un instante los ojos y tus manos me empujan hacia ti, me empujan fuerte, mientras te muerdes los labios y luego sueltas un gemido al tenerme, al poseerme. El calor en la piel, la arena húmeda, tu cuerpo precioso desnudo el mío sobre él. Basta!
Todo se acelera... Me lanzas contra el suelo y subes sobre mí. Desciendes y me haces definitivamente tuyo en una primera embestida suave para sentir todo, sentir como te humedeces y como me haces ponerme más duro. Soy yo el que ahora se muerde los labios y sin poder resistir muevo mi cintura fuerte sobre la tuya mientras mis manos agarran tu cadera y sientes como las manos los dedos la mueven hacia arriba y hacia abajo. Excitados, tremendamente excitados los dos, la respiración se entre corta e intento llegar una y otra vez hasta lo más profundo de tu ser mientras que tus manos me aprietan…
Perdidos en aquel trozo de arena, de agua… Ufff nuestros cuerpos se acarician y de repente el mundo se para.